El filtro de partículas es uno de los componentes cuyo reemplazo es más caro, así que conviene saber qué hacer para no maltratarlo.
Como su nombre indica, el filtro de partículas es un componente que ayuda a no emitir pequeñas partículas sólidas al aire resultantes de la mala combustión. Hasta ahora, este sistema lo equipaban solo coches diésel, que genera muchos más residuos y gases a tratar que la gasolina, pero las normas anticontaminación más exigentes harán que no solo los motores de gasoil deban equiparlo.
El filtro antipartículas se encarga de atrapar químicamente diversos agentes dañinos para la salud, como las PM10 y las PM2,5 que captura de manera mecánica. En el caso de los óxidos de nitrógeno, los trata químicamente gracias a un catalizador. Este utiliza un panal cerámico en forma de colmena en el que hay un gramo y medio de platino y otros metales preciosos.
Este es solo uno de los motivos por los que el sistema de tratamiento de los gases de los diésel resulta caro, el otro es que además son complejos. El filtro va atrapando las partículas subproducto de la combustión hasta que está lleno, digamos, cada 500 km en un uso normal.
Para poder limpiar el filtro de partículas, el motor necesita pasar a un régimen por encima de las 2.000 rpm durante unos 10 minutos. Si no lo consigue así, el motor inyectará pequeñas cantidades adicionales de combustible y se revolucionará un poco en un trayecto urbano para intentar elevar a 600 grados la temperatura de los gases de escape.
El combustible añadido para producir la incineración de las partículas que hay dentro, hace que el coche consuma más durante este periodo. Al final, el resultado es el humito negro que, de vez en cuando, ves salir del tubo de un coche cuando acelera delante del tuyo.
Quizá no interese estar corriendo por ahí cerca justo en ese momento, pero el filtro de partículas se limpia solo de esta manera y así puede seguir cumpliendo con su función. Pero, ¿qué sucede si nunca, y cuando el coche lo necesita, circulas a velocidad de autopista? Que el filtro sufre.
Si intenta por tres o más veces hacer una limpieza automática y no lo consigue, se encenderá el testigo del filtro de partículas en el salpicadero, normalmente en forma de espiral. Este indica que hay que llevar a cabo una regeneración.
Para regenerar el filtro de partículas, puedes pasar por el taller o intentar circular a 2.500 rpm durante una media hora (mejor algo más). Así, a veces se consigue forzar la regeneración si no funciona, habrá que acudir a ver a un mecánico.
Allí existe la posibilidad de limpiar con agentes químicos o mediante ultrasonidos este componente. El resultado siempre consigue alargar la vida útil del sistema de tratamiento de gases. Y mejor pagar por la reparación que por un filtro de partículas nuevo, dado que pueden costar entre 300 y 2.000 euros.
Así que, en la medida que puedas, evitar circula solo por ciudad con tu coche si lleva filtro de partículas. Sobre todo, la acumulación de trayectos cortos a baja velocidad y con el motor muy frío.
Con el tiempo, no salir nunca a autopista puede llevar a que el monolito de cerámica que hay en el interior del filtro de partículas se empiece a rajar o a deshacer. Esto puede llevar a que acabe casi desapareciendo. Antes, esto podía no ser un gran problema para algunos propietarios, pero ahora es imposible pasar la ITV con un coche en esas condiciones.
Además, algunos diésel Euro VI más modernos llevan un sistema con un filtro de partículas con urea, un líquido que se conoce comercialmente como AdBlue. Para ello, el coche dispone de un depósito, que debe ser rellenado cada 10.000 o 20.000 km. Si no se hace, aparece un testigo en el salpicadero y el vehículo acabará no arrancando cuando ese tanque esté vacío.
El AdBlue ayuda a convertir las moléculas de óxidos de nitrógeno en inocuas y hace de los diésel que equipan este sistema coches tan limpios como los mejores motores gasolina. Y el precio del AdBlue (a euro el litro aproximadamente) tampoco es que sea desorbitado, además de que puede rellenarse en numerosas gasolineras.
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