No por ser barato un elemento de tu coche es menos importante. El mejor ejemplo de ello es el filtro de aire, una pieza sencilla y asequible pero que es clave en el correcto funcionamiento del motor. Mantenlo en buen estado y todo irá como la seda, pero descuídalo y empezarán los problemas.
El filtro de aire está acoplado al propulsor que, para funcionar y llevar a cabo la combustión de manera correcta, necesita mezclar aire y combustible. Su función consiste en retener todas las impurezas que pueda contener el aire para evitar que entren al motor y que así sea lo más puro posible para garantizar una buena mezcla. Esto puede parecer baladí, pero es muy necesario ya que la cantidad de partículas en suspensión que atrapa es enorme: polvo en suspensión, arena fina, contaminación… elementos que por si pueden no parecer peligrosos, pero que por acumulación pueden dañar el motor.
Aunque algunos vehículos antiguos puedan utilizar un filtro con forma cilíndrica, lo más habitual es que este sea plano y rectangular. El material del que está compuesto puede variar, pero normalmente combina celulosa y algodón, que se prensan con forma de acordeón. Está rodeado por un marco de silicona o goma para que ajuste la pieza y que de esta manera todo el aire que acceda al motor pase por ahí.
La mejor manera de entender su importancia es comparar un filtro de aire nuevo y uno usado. Las diferencias entre ambos serán palpables, con el primero de un blanco inmaculado y el segundo de un tono gris o parduzco, a menudo con basura mayor que el polvo del que hemos hablado incrustada en ella: insectos, pequeñas piedras, colillas, etc.
La imagen vale para hacerse una idea de por qué es bueno cambiar el filtro, pero podemos resumir cuáles son los beneficios de tenerlo en buen estado: permite que el flujo de aire sea mayor y de mejor calidad, evita que entren impurezas en el motor y reduce el riesgo de averías. Ahora bien, si mantenemos uno que esté en mal estado, el desgaste de las piezas será mayor, el coche perderá potencia porque la mezcla no será buena y además gastará más combustible del que debería.
Los fabricantes recomiendan reemplazarlo cada 15.000 o 20.000 kilómetros o cada año, lo que ocurra antes. Sin embargo, es una cifra orientativa ya que hay factores que pueden hacer que se degrade más rápido, como zonas donde haya mucha arena, mucha contaminación o donde el clima sea más seco. Indicios como que el coche “no tire” tanto como antes o que el humo del escape sea más oscuro de lo habitual, son claros avisos de que ha llegado el momento.
De todas maneras es relativamente fácil comprobar si toca hacer el cambio del filtro de aire o no. Su posición varía según el coche, por lo que deberías mirar el manual, pero suele estar en un lugar bastante accesible nada más abrir el capó, bajo una tapa de plástico y cerca del motor. Una vez lo extraigas tienes que fijarte en si la luz pasa a través de él, agítalo o golpéalo contra el suelo para deshacerte de los residuos superficiales y si aún con eso no pasa, ha llegado el momento de cambiarlo.
El proceso es muy sencillo, así que lo puedes hacer tu mismo aunque no seas un manitas. Debes tener en cuenta que es mejor hacerlo con el motor frío para no quemarte y usar guantes para evitar la suciedad. Un destornillador será más que suficiente para desacoplar la tapa que lo cubre, retira el filtro antiguo y reemplázalo por el nuevo, coloca la tapa otra vez, comprueba que todo está bien acoplado y listo. De manera complementaria, aprovecha para limpiar el receptáculo en el que se encuentra ayudará a eliminar todavía más suciedad.
El filtro de aire es, como ya hemos apuntado, una pieza muy barata de tu coche. Su precio varía según el fabricante, pero suele rondar los 10 euros. En muchos talleres, incluyendo la mano de obra, no te cobrarán más de 30 o 40 euros por la operación y lo más recomendable es que se realice por un profesional.
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