A grandes rasgos, en un coche manual el embrague es un dispositivo que transmite el movimiento del motor a la caja de cambios y de ahí a las ruedas por medio de un sistema de discos que se unen o separan para dejar pasar (o no) la fuerza.
Cuando se pisa el pedal del embrague, se desembraga. Es decir, los citados discos se separan y el giro que genera el motor se queda ahí. La maniobra contraria se llama embragar. Es decir, se acopla todo el conjunto con la marcha engranada: el movimiento fluye directo del motor, a través de la caja de cambios, a las ruedas.
El embrague es uno de los componentes más caros de sustituir en un coche, y sin duda uno de los más importantes. Si ese componente está en mal estado, el vehículo tendrá serios problemas para desplazarse si no es en la plataforma de una grúa...
La duración del embrague varía en función del coche en el que vaya instalado, ya que el desgaste de esta pieza no depende solo del uso en sí, sino del tipo de uso. Es decir, puede darse la circunstancia de que un embrague nuevo dure 10.000 km, lo que no es normal: en este caso, si se descarta un material defectuoso, lo más seguro es que se deba a un mal comportamiento por parte del conductor.
Por lo general el desgaste de componentes como los amortiguadores o el embrague es tan lento que resulta prácticamente imperceptible y el conductor se acomoda a la nueva situación de manera casi inconsciente. Pero hay algunas pistas que pueden delatar un deterioro del embrague. Por ejemplo, pueden aparecer ruidos extraños que nunca se han producido, o puede ocurrir que cada vez cueste más insertar una relación sin hacer demasiada fuerza. Pero la más común es que el embrague patine estando completamente acoplado. Esto se nota claramente: el coche circula a una velocidad baja y sin embargo va muy revolucionado; o se pisa el acelerador y no se obtiene el mismo empuje que antes.
Por eso, para alargar su vida útil, conviene seguir esta serie de consejos para cuidar bien el embrague:
Puede parecer evidente, pero muchas veces no se completa el recorrido del todo, ya sea por las prisas o por desconocimiento. Al no pisar a fondo el pedal, los discos que se abren o cierran para dejar pasar el movimiento no se desconectan del todo, manteniendo una ligera fricción entre sí. El efecto sería similar al que ocurriría si se enfrentaran dos discos de lija unidos en sendos taladros: igual que estos se acabarían desgastando, los del embrague correrían una suerte similar y tocará cambiarlo.
Por eso, para evitar esas fricciones que poco a poco van desgastando las diversas partes, conviene pisar a fondo para que se desconecte del todo.
Con la experiencia, soltar el embrague no supone mayor problema, pero los primerizos se enfrentan aquí con una de sus peores pesadillas: el riesgo de calar el motor.
El procedimiento es sencillo. Hay que empezar a soltar el embrague hasta encontrar el punto de fricción, que es el momento en el que se siente cómo la fuerza del propulsor empieza a llegar a las ruedas. En ese momento también hay que acelerar. Es decir, mientras el pie izquierdo suelta el pedal del embrague, el derecho tiene que ir apretando el acelerador... en su justa medida.
Si se acelera poco, la fuerza no será la suficiente para mover el coche y se calará; si se pisa demasiado, se revolucionará el motor por encima de lo necesario y, por lo tanto, uno de los discos girará más de la cuenta, entrando en contacto demasiado rápido con el otro disco y provocando el efecto de lija. Esto último se conoce como salir patinando el embrague.
Cuando se domina el movimiento de embragar-desembragar, se abre un mundo de posibilidades como el de poder sujetar el peso del coche en una cuesta solo encontrando el punto de fricción del embrague sin que se cale.
Esto puede ser útil a la hora de iniciar la marcha en una rampa y, especialmente, al aparcar en una calle empinada. Pero tampoco conviene abusar de esto, porque sus consecuencias, como no puede ser de otro modo, llevan a un desgaste prematuro de los discos.
En cuanto al medio embrague, puede resultar muy útil a la hora de circular a una velocidad especialmente reducida: por ejemplo, tras un peatón en una calle compartida, o en un centro comercial. Si se utiliza en su justa medida no supone ningún problema, pero un abuso de esta técnica llevará a un desgaste prematuro: los discos del embrague están patinando, por lo que su vida útil puede verse bastante disminuida.
Muchas veces, cuando el coche se detiene se deja metida la primera con el embrague pisado. Esto está bien para ahorrar un poco de tiempo al volver a iniciar la marcha, pero lo cierto es que es algo perjudicial para este componente, ya que cuando se pisa el embrague, aunque sea a fondo, el sistema no está desacoplado al 100% y está realizando un trabajo innecesario. Al dejarlo en punto muerto, los discos de embrague quedarán completamente separados, por lo que no se producirá ningún tipo de desgaste no deseado.
Esta es una de las principales causas por las que los embragues nuevos no llegan ni siquiera a la mitad de su vida útil esperada. Y es que, de todos los vicios que puede tener un conductor, el de conducir con el pie izquierdo sobre el pedal del embrague puede ser el más perjudicial para este componente.
Al circular de este modo se está ejerciendo una levísima presión que se traduce en que los discos también tienen un ligero desacople, por lo que se están desgastando continuamente (de nuevo, el efecto de los discos de lija). Lo mejor, sin duda, es utilizar el reposapiés que la inmensa mayoría de los coches tienen a tal efecto.
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