A día de hoy muchas voces hablan de eficiencia y ahorro. Las medidas para paliar la contaminación atmosférica están cambiando el panorama automovilístico mundial. Los diferentes organismos reguladores cada vez aprietan más a los fabricantes, animándoles a producir coches cada vez más eficientes y ahorradores para así reducir las emisiones nocivas en nuestras ciudades.
La eficiencia energética es un valor en alza, pero ¿en qué consiste? ¿Cuál es la eficiencia energética de nuestros coches? Todo ello vamos a descubrirlo a continuación.
La eficiencia energética es el objetivo de reducir la cantidad de energía usada en producir una acción, que en este caso en particular es la acción de mover un vehículo. Este objetivo se logra habitualmente usando medidas de ahorro y sistemas de alta tecnología más eficientes. De esta manera, a día de hoy, los coches son considerablemente más eficientes que los de hace unos años.
Solemos asociar la eficiencia de un coche con el consumo que este presenta. Cuanto más ahorrador sea, más eficiente se le presupone. Pero no solo los índices de bajo gasto de carburante valen para medir la eficiencia de un coche, hay otros factores que afectan como, por ejemplo, la relación de ese consumo con la potencia declarada. Un coche que tenga 85 caballos y consuma cuatro litros a los 100 kilómetros, es menos eficiente que uno que tenga 150 caballos y homologue el mismo gasto.
Los fabricantes se esfuerzan por mejorar todos y cada uno de los coeficientes de eficiencia de los coches modernos. La aerodinámica o el peso afectan al valor energético de cada coche. Cuanto más aerodinámico y más ligero sea un vehículo, mejor. Por ese motivo los grandes vehículos como los camiones, las furgonetas o los SUV, no suelen salir bien parados en las comparativas de eficiencia. Pero, al fin y al cabo, el que acaba por decantar la balanza es el motor y el grado de rendimiento que este presente.
En los motores de combustión tradicionales, las pérdidas energéticas son muy grandes, ya sea por calor desprendido, por falta de aprovechamiento de la energía generada o por rozamientos. Los bloques de motor tienen muchas piezas trabajando sincronizadamente, cada una de ellas genera una fricción y por lo tanto pérdidas energéticas a cada paso. Por ese motivo los motores eléctricos presentan la ventaja de tener menos componentes mecánicos y por lo tanto eficiencias energéticas mayores.
A día de hoy gran parte del esfuerzo de desarrollar un coche se dirige a la mejora de la eficiencia en todos los sentidos. Componentes externos al propio coche han visto como también se les aplicaba estas premisas. Los neumáticos sin ir más lejos. La tecnología también ha llegado a ellos y por ese motivo a día de hoy encontramos en el mercado una amplia variedad de opciones, incluidos componentes de baja resistencia a la rodadura. Al final hasta el más mínimo detalle importa.
Antiguamente solo había dos opciones disponibles, diésel o gasolina. Con la llegada de opciones de movilidad más avanzadas, el abanico de posibilidades se ha incrementado. En la actualidad existen coches híbridos, eléctricos, híbridos enchufables, a gas e incluso de hidrógeno, aunque estos últimos en un porcentaje muy reducido. Todos ellos presentan datos de eficiencia energética diferentes que, expresados en tanto por ciento, nos indican cuánto son capaces de aprovechar la energía que consumen.
El siguiente paso de la evolución automovilística todavía está por determinar. La eficiencia al fin y al cabo no solo abarca al vehículo en sí, si no a todos los componentes externos como los hidrocarburos, el rendimiento de las baterías y también la red de recarga eléctrica. Todo ello ayuda y ayudará a generar menos contaminación y por lo tanto un mundo más limpio.
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